Gran cantidad de la literatura y estudios que se han realizado, investigan la influencia familiar en el niño agresivo y en situación de riesgo e identifican los siguientes aspectos familiares como factores de riesgo para la aparición de la violencia en los niños y adolescentes:
- La desestructuración de la familia, cuyos roles tradicionales son cuestionados por la ausencia de uno de los progenitores o por falta de atención.
- Los malos tratos y el modelado violento dentro del seno de la familia, donde el niño aprender a resolver los conflictos a través del daño físico o la agresión verbal.
- Los modelados familiares mediante los que se aprende, que el poder se ejerce siendo el más fuerte, con falta de negociación y diálogo.
- Los métodos de crianza, con prácticas excesivamente laxa o inconsistente, o la inversa restrictiva y en algunos casos excesivamente punitiva.
(Harris y Reid, 1981; Morton, 1987;Patterson, DeBaryshe y Ramsay, 1989)
Si la violencia es un comportamiento aprendido también podemos afirmar que los niños pueden aprender competencias prosociales.
La evidencia es clara: los padres de niños agresivos castigan a estos de una forma más frecuente, inconsistente e ineficaz. También tienden a ser coercitivos y manipulativos con sus hijos y fracasan cuando tienen que reforzar los comportamientos prosociales positivos de sus hijos.
(APA 1993).
(APA 1993).
Un estilo coercitivo en la relación padre/hijo, lleva a los padres a reforzar, de una forma inconsciente, el comportamiento coercitivo de sus hijos, y a que estos son premiados cuando les dejan de “fastidiar” o dejan de manipular a sus padres. Estos niños aprenden que el comportamiento agresivo normalmente les lleva a conseguir aquello que quieren. Reaccionando con una respuesta agresiva ante los pedidos paternos –aprendida o modelada por el comportamiento de los padres –estos niños consiguen escapar de los castigos, juicios, etc.
(Patterson, 1992).
Los padres que son descuidados, que rechazan a sus hijos o que son negligentes también tienen un alto riesgo de que sus hijos se vena implicados en actos violentes. El descuido o no seguimiento de los hijos por parte de los padres, ha sido etiquetado como un factor que aumenta el riesgo de delincuencia, el resentimiento del niño, etc., que se pueden expresar a través de bajo rendimiento escolar y de comportamientos antisociales.
(Earls, 1994; Fraser, 1996; Patterson, DeBaryshe y Ramsey, 1989; Patterson y Yoerger, 1993).
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